LAS GUERRAS DE POLLOS
Episodio 4
Los cariocos emplumados y goriocos, en número de cientos, prepararon su campamento y dispusieron sus tropas en dos manípulos, levantando empalizadas y cuarteles, preparándose para una batalla decisiva y cruenta ante las palomas. El plan era sencillo y práctico: atraer a las palomas necrófagas y matarlas desde la seguridad de la base. Si bien los pollos tenian la desventaja numérica, las palomas eran en tamaño inferior. Esto ponía de manifiesto que un enfrentamiento directo podría ser contraproducente para los pollos, por lo tanto el fuerte sería un apoyo decisivo para la contienda. A los cariocos los comandaba el valiente Boron "Garra de Acero", un sagaz y valiente carioco que portaba un hacha filosa. Era recio y tuerto, y de gran porte. Había forjado una amistad con Turuu Eco durante su estancia con su tribu. Como fiel creyente del dios pollo Amon To, creía que un pollo sin honor e incapaz de sacrificarse ante la adversidad era indigno, por eso sentía admiración por Turuu Eco, que había dado pruebas de coraje. Ambos dispusieron una singular estrategia, ésta consistía en que ellos secundados por treinta pollos partirían y atraerían al enemigo cerca al fuerte, donde los arqueros cariocos acribillarían a las necrófagas y se desarrollaría un combate cuerpo a cuerpo con la infantería. Planeado esto, marcharon con los pollos más ágiles, llegando hasta el territorio de las palomas emitiendo chillidos, con un tucu tucu característico, grave y profundo. Esto motivó la reacción agresiva y airada de las palomas que en filas se desplazaron abalanzándose sobre Turuu Eco y Boron, los cuales con sus soldados las azuzaban usando lanzas y arcos mientras retrocedían. Las atacaban a una distancia prudencial. Llegó un punto crítico en que algunos compañeros cayeron heridos, esto causó que Turuu Eco y Garra de Acero plantasen cara al enemigo y espalda con espalda y ala con ala los dos lucharon, comenzando una masacre. Atacando y diezmando al enemigo, Boron portando su hacha y Turuu Eco lanza en ristre, decapitando y mutilando a las comedoras de aves. Finalmente gracias a un arduo esfuerzo llegaron cerca de la fortaleza, donde las líneas de defensa los aguardaban. Una lluvia de flechas cayó sobre las palomas atravesándolas, pero inmediatamente decidieron penetrar por la entrada principal y asaltar la fortaleza por arriba poniendo en riesgo al ejército de pollos. Turuu Eco comprometido con su misión, seguido por sus más valientes soldados, defendió la entrada soportando una brutal acometida. Esto motivó la ira de las palomas, que en cientos marchaban buscando su muerte. Turuu Eco, usando su filosa y poderosa lanza, destripó y desplumó a muchas de las necrófagas, desafiando a más y abriendo con sus tropas una brecha en la formación enemiga. La batalla fue sangrienta. Luego de dos horas de incesante lucha habían perdido a más de la mitad de sus tropas y habían exterminado a las necrófagas. Posteriormente, al llegar a la ciudad del enemigo masacraron a todos los adultos que habían incurrido en prácticas perniciosas, dando una muestra de magnanimidad al tener compasión únicamente por los ancianos, palomas hembras, pichones y huevos, dejando en claro que si no abandonaban sus costumbres perversas serían aniquilados. Luego de eso partieron a Versopia, separándose de ellos los cariocos oscuros a exepción del ya celebre Boron, Garra de Acero. Al llegar a la capital de Versopia un séquito de buitres los aguardaba. Conocedores de sus hazañas, que se habían divulgado por la región los pollos fueron recibidos y tratados con privilegios y se les ofrecio un banquete. Sabedor de la gallardía de Turuu Eco, Lord Buitre le propuso nombrarlo caballero de su corte, siendo rechazado amablemente por Turuu Eco. Luego se dipuso a firmar el tratado de alianza, a lo cual el jefe buitre acepto consciente de la necesidad de un pacto, siendo frecuentes los rumores de desolación y destrucción; en las fronteras de la nación de las aves una nueva plaga se acercaba, un nuevo enemigo se cernía sobre el horizonte... Por el momento las fuerzas estaban equilibradas, los pollos contaban con los buitres como aliados y éstos en número de veinte mil se decididieron partir de Versopia, constituyendo el grueso del ejército. Turuu Eco llegó al país de Pollopia con los buitres, donde fue recibido con honores, entrevistándose con los embajadores. Rápidamente se dispusieron a formar una alianza más al incorporar a los mochuelos, hábiles mensajeros, y se formaron los bloques de defensa. Nuevas batallas se avecinaban...
FIN
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lunes, 1 de septiembre de 2014
Las guerras de pollos, Episodio 3
Las guerras de pollos, Episodio 3
Las palomas necrófagas eran criaturas salvajes, repulsivas y sanguinarias. Emulaban una forma de rito satánico en sus sacrificios. Vivían como nómadas, cazando y devorando desechos de animales. Eran el mayor terror de Verspoia, odiadas incluso por los buitres... Esa noche hubo bajas para las tropas de Turuu Eco, habían sucumbido cuatro valientes pollos, superados por la brutal embestida, entregaron sus vidas en el campo de batalla... Ahora no había marcha atrás, se requería una alianza y el precio de sangre era necesario. Turru Eco partió con sus soldados por laderas y barrancos sufriendo penurias y constantes escaramuzas. Durante tres días se movilizó casi sin descando, evadiendo al enemigo. Consciente del inminente peligro, decidió efectuar una estrategia para hacerle frente; sabía que su plan retrasaría su propósito, pero de todas formas era imposible consumar su meta sin recurrir a ayuda. Por esos lares habitaban una clase de pollos muy particular, eran los cariocos oscuros, una poderosa tribu de cuellos desnudos de tres crestas y penacho pronunciado, que vivían errantes en base del comercio del maiz amilaceo. Se habían separado desde hace cientos de años de sus hermanos los emplumados y los goriocos, formando un rama aparte. Dada la coincidencia de su migración, Turru Eco aprovechó la ocasión para contactar con ellos; el momento era oportuno, los cariocos oscuros eran fieros guerreros y mercenarios expertos en el arco y flecha y lanza, seguidores acérrimos del Dios Pollo Bicéfalo, su principal deidad, pero había un incoveniente, era una sociedad cerrada y xenófoba, por lo cual era una empresa difícil. Delegando el mando de su tropa a su teniente partió solo a entrevistarse con los oscuros. No tuvo la recepción esperada y la entrevista fue breve. El jefe de la tribu le había propuesto una serie de pruebas para consolidar su apoyo y mostrar que era digno. La primera era resistir a las Pruebas de Dolor, sin emitir un gemido. Turuu Eco las soportó con entereza. La segunda era combatir contra un guerrero eximio y fornido de la tribu sin armas. Se dispuso el escenario, los dos tantearon el terreno y erizando sus plumas se aproximaron... El choque fue brutal. Empleando un movimiento de riñones ambos pollos se estrangularon brutalmente. Golpes de ala y patadas cortaban y sacudían el viento, intercambiaban picotazos con suma violencia, ambos oponentes parecían estar parejos hasta que ponderó el coraje de Turuu Eco y dando una potente patada hizo volar por los aires al guerrero, procediendo luego a someterlo. Había sido una victoria rotunda. Sin embargo faltaba una tercera prueba. El jefe de la tribu demandaba un tributo a su dios y requería una pluma del ganzo dorado, una criatura mística que vivia en uno de los montes contiguos al volcán de Versopia. El ganzo dorado era carnívoro y medía cuatro metros. Su enorme nido estaba en una gran caverna, se decía que había nacido del fuego y era inmortal. Sus plumas eran valoradas por los oscuros porque se creía que era creación del Dios Pollo Bicéfalo, también llamado Amon To. Turuu Eco escaló sinuosos y accidentados precipicios dispuesto a conseguir una de las valiosas plumas. A la segunda noche se aproximó a su objetivo y armándose de valor y con escudo y lanza procedió a enfrentar a la bestia, sin embargo sus denodados esfuerzos parecían infructuosos. El ganzo contratacaba con creciente salvajismo provocando heridas a Turuu Eco. Los golpes de Turuu Eco parecían retumbar en su plumaje dorado. Su lanza de bronce forjado apenas parecía mellar en la criatura. Consciente de su invunerabilidad, empleando su fortaleza física Turuu Eco saltó sobre la bestia y procedió a ahorcarla, rodeando con sus alas el cuello, cortándole el oxígeno y matando al ganzo. En el acto partió con su trofeo y fue a encontrarse con el líder de la tribu llevando no una sino diez plumas. Complacido el líder decidió proporcionarle fuerzas para su campaña no sin antes recurrir a un reparador descanso. Había logrado la tan ansiada ayuda, y con 200 cariocos de refuerzo partió a hacer frente a las palomas necrófagas...
CONTINUARÁ
Las palomas necrófagas eran criaturas salvajes, repulsivas y sanguinarias. Emulaban una forma de rito satánico en sus sacrificios. Vivían como nómadas, cazando y devorando desechos de animales. Eran el mayor terror de Verspoia, odiadas incluso por los buitres... Esa noche hubo bajas para las tropas de Turuu Eco, habían sucumbido cuatro valientes pollos, superados por la brutal embestida, entregaron sus vidas en el campo de batalla... Ahora no había marcha atrás, se requería una alianza y el precio de sangre era necesario. Turru Eco partió con sus soldados por laderas y barrancos sufriendo penurias y constantes escaramuzas. Durante tres días se movilizó casi sin descando, evadiendo al enemigo. Consciente del inminente peligro, decidió efectuar una estrategia para hacerle frente; sabía que su plan retrasaría su propósito, pero de todas formas era imposible consumar su meta sin recurrir a ayuda. Por esos lares habitaban una clase de pollos muy particular, eran los cariocos oscuros, una poderosa tribu de cuellos desnudos de tres crestas y penacho pronunciado, que vivían errantes en base del comercio del maiz amilaceo. Se habían separado desde hace cientos de años de sus hermanos los emplumados y los goriocos, formando un rama aparte. Dada la coincidencia de su migración, Turru Eco aprovechó la ocasión para contactar con ellos; el momento era oportuno, los cariocos oscuros eran fieros guerreros y mercenarios expertos en el arco y flecha y lanza, seguidores acérrimos del Dios Pollo Bicéfalo, su principal deidad, pero había un incoveniente, era una sociedad cerrada y xenófoba, por lo cual era una empresa difícil. Delegando el mando de su tropa a su teniente partió solo a entrevistarse con los oscuros. No tuvo la recepción esperada y la entrevista fue breve. El jefe de la tribu le había propuesto una serie de pruebas para consolidar su apoyo y mostrar que era digno. La primera era resistir a las Pruebas de Dolor, sin emitir un gemido. Turuu Eco las soportó con entereza. La segunda era combatir contra un guerrero eximio y fornido de la tribu sin armas. Se dispuso el escenario, los dos tantearon el terreno y erizando sus plumas se aproximaron... El choque fue brutal. Empleando un movimiento de riñones ambos pollos se estrangularon brutalmente. Golpes de ala y patadas cortaban y sacudían el viento, intercambiaban picotazos con suma violencia, ambos oponentes parecían estar parejos hasta que ponderó el coraje de Turuu Eco y dando una potente patada hizo volar por los aires al guerrero, procediendo luego a someterlo. Había sido una victoria rotunda. Sin embargo faltaba una tercera prueba. El jefe de la tribu demandaba un tributo a su dios y requería una pluma del ganzo dorado, una criatura mística que vivia en uno de los montes contiguos al volcán de Versopia. El ganzo dorado era carnívoro y medía cuatro metros. Su enorme nido estaba en una gran caverna, se decía que había nacido del fuego y era inmortal. Sus plumas eran valoradas por los oscuros porque se creía que era creación del Dios Pollo Bicéfalo, también llamado Amon To. Turuu Eco escaló sinuosos y accidentados precipicios dispuesto a conseguir una de las valiosas plumas. A la segunda noche se aproximó a su objetivo y armándose de valor y con escudo y lanza procedió a enfrentar a la bestia, sin embargo sus denodados esfuerzos parecían infructuosos. El ganzo contratacaba con creciente salvajismo provocando heridas a Turuu Eco. Los golpes de Turuu Eco parecían retumbar en su plumaje dorado. Su lanza de bronce forjado apenas parecía mellar en la criatura. Consciente de su invunerabilidad, empleando su fortaleza física Turuu Eco saltó sobre la bestia y procedió a ahorcarla, rodeando con sus alas el cuello, cortándole el oxígeno y matando al ganzo. En el acto partió con su trofeo y fue a encontrarse con el líder de la tribu llevando no una sino diez plumas. Complacido el líder decidió proporcionarle fuerzas para su campaña no sin antes recurrir a un reparador descanso. Había logrado la tan ansiada ayuda, y con 200 cariocos de refuerzo partió a hacer frente a las palomas necrófagas...
CONTINUARÁ
jueves, 12 de junio de 2014
ERNÉSTOR (cuento 2 de la saga)
Ernéstor Nildarmando, detective paranormal.
Todo había sido un sueño. "Qué raro es soñar con la muerte de uno mismo...". Echó la silla un poco hacia atrás y notó que se caía; parecía que el agujero sí existía. Pero reaccionó rápido y pudo evitar caerse él mismo, aunque la silla sí cayó. Miró hacia abajo y vio que bajo de la silla estaba su propio cuerpo, pero sin cabeza. "¿Qué hace mi cuerpo sin cabeza ahí abajo?", creyó decir, pero cortó a media frase por escuchar que una voz idéntica a la suya decía lo mismo muy cerca de su oído, así que rápidamente giró la cabeza a su derecha y se encontró con su cabeza mirándolo. Era una cabeza idéntica a la suya pegada en su cuerpo. Un sonido lo despertó. Alguien tocaba su puerta. De vuelta en la realidad buscó su cabeza pero no la encontró; la llevaría puesta, dedujo y se tranquilizó. Dos minutos después el cliente ya exponía su situación ante el experiente Ernéstor Nildarmando.
-Lo que me está pasando es muy extraño, y estoy todo el día pensando en eso, me gustaría saber si es algo normal, si tiene solución... Está interfiriendo con mis pensamientos de tal manera que temo por mí mismo, y por las pocas personas que me rodean, si se puede llamar rodear a acercarse a distintas distancias y de distinta manera, aunque no me rodeen literalmente... Por suerte, porque eso sería molesto y no me preocuparía dañarlos con mi comportamiento, siempre y cuando no me entere. Ahora, señor Ernéstor Nildarmando: preste mucha atención y no pierda detalle, he aquí lo que voy a decirle:
Hay una conexión con mi oreja derecha y mi rodilla izquierda. Es algo que ha existido desde que tengo memoria, así que no es algo que me sorprenda. Básicamente, si me rasco la oreja derecha, siento que me pica la rodilla izquierda, y si me rasco la rodilla izquierda, me pica la oreja derecha. La sensación es instantánea y bien definida. El problema empezó un día que me pregunté qué pasaba con mi oreja izquierda y la rodilla derecha. ¿Por qué no existía una conexión igual entre ellas? Me parecía esto más raro que la conexión entre las otras, así que toda clase de pensamientos se me cruzaron, pero uno en particular se fijó en ese momento; mi oreja izquierda estaba conectada por error con la rodilla derecha de otra persona. Desde que me llegó esta idea no me la pude sacar de la cabeza, e hice muchas pruebas a ver si podía descubrir quién era la persona a la que le picaba la rodilla cuando me rascaba la oreja. Iba por la calle rascándome continuamente y miraba a todas las personas. En cada situación donde viera gente desconocida reunida también lo hacía, también por supuesto en mi casa y me gustaba comprobar continuamente que nadie estuviera disimulado su picor por respetar tontas convenciones sociales, ocultando su verdadera conexión, rascándome repetidas veces mientras estudiaba a las mismas personas. A veces tenía que parar porque me llegaba a lastimar, esto no era raro y no demoré en habituarme. Lo que más me obsesionaba era que muchas veces poco después de rascarme, la oreja me empezaba a picar, como si la otra persona se empezara a rascar por el picor que le producía que yo me rascara. Me imaginaba que el mecanismo era igual que con mi oreja derecha y mi rodilla izquierda, solamente que por algún error desconocido la rodilla que le correspondía a mi otra oreja estaba en alguna otra persona. Algunos meses más tarde se me ocurrió una idea con la que podría solucionar este dilema; aprender clave morse. Gracias a mi entusiasmo pude aprender muy rápido, y pocos días después ya estaba enviando mensajes continuamente hacia el portador de mi rodilla. Ninguno de los mensajes iniciales tuvo respuesta legible, aunque sí tuvo respuestas inmediatas; pero claro, al yo rascarme a, él le picaría y tendría que rascarse. Yo solamente tenía que seguir hasta que esta persona se diera cuenta que le estaban llegando señales en código a su rodilla, aprendiera el código y al fin me contestara; ¿Había otro desenlace lógico? La única posibilidad de que no funcionara hubiera sido que esta persona estuviera suficientemente fuera de contacto con la cultura de occidente... Por considerarlo una distracción de mi trabajo, evité calcular el número aproximado de posibilidades de que eso pasara. Así, nunca dudé de mis ideas, aunque a veces la gente que me rodeaba notara que había algo fuera de lugar, y yo tratara de disimularlo, nunca dudé. Las miradas de lástima, endulzadas con falsa comprensión y produndamente turbinadas por el cruel sentido del éxito basado en el fracaso del prójimo, difícilmente hubieran podido acercarse lo suficiente como para afectar mi entendimiento, sedado de las convenciones sociales, ocupado por las convicciones que algún extraño instinto u órgano soplaba continuamente, iluminando mi camino hacia una convicción de lo cierto, y mientras tanto yo me hundía en ese placer celebrando mi inseguridad como parte de un todo, cuando tantos otros hubieran escapado temiendo la locura, o simplemente el error." "¿Qué?", se le escapó a Ernéstor, pero comprendió que era de mala educación interrumpir a su cliente, así que lo invitó a continuar. Éste siguió así: "Durante muchos más meses seguí enviando mensajes, hasta que un día, algo legible llegó a mi oreja: "¿Hay alguien ahí?". Grande fue mi sorpresa pero rápidamente nos pusimos al día, y no demoré en averiguar quién era esta persona.
Resulta que la persona con la que me estaba comunicando no vivía cerca de mí, ni en espacio y sorprendentemente, ni en tiempo. Esta persona era Samuel Morse. ¿Sabe usted quién es Samuel Morse, señor Nildarmando?"
-Samuel Finley Breese Morse (Boston, Massachusetts, Estados Unidos, 27 de abril de 1791 – Nueva York, 2 de abril de 1872), fue un inventor y pintor estadounidense que, junto con su asociado Alfred Vail, inventó e instaló un sistema de telegrafía en Estados Unidos, el primero de su clase. Se trataba del telégrafo Morse, que permitía transmitir mensajes mediante pulsos eléctricos mediante el código Morse, también inventado por él.
-Veo que está muy bien informado.
-Lo que pasa es que lo tengo aquí mismo en Wikipedia, mire.
Ernéstor giró su monitor para que su cliente viera la página de Wikipedia. Éste se fijó en el retrato que aparecía a la derecha.
-Así que ese es, nunca había visto una foto suya... Algo me dice que si me rasco la rodilla va a rascarse la oreja, aunque eso es imposible, ¿no?.
-No del todo, si resulta que este es el momento que coincide con el momento de la foto, no sería raro que salga rascándose la oreja. ¿Por qué no lo intenta?
-No me gustaría alterar su página de Wikipedia, considero que está muy bien así. Aunque confieso que no he leído el artículo.
Pero dejando el tema de la página de Wikipedia y volviendo a mi historia, me sorprendió que justo la persona con la me comunicaba a través del código Morse fuera la persona que lo había inventado. Le comenté al respecto y me dijo que todo había empezado porque le picaba la rodilla derecha de una forma que con el tiempo se volvió llamativa, y cada vez más algo le hacía pensar que el picor de la rodilla seguía ciertos patrones, combinaciones que se repetían y por algún motivo, significaban algo y eran descifrables. Pronto se obsesionó con el tema hasta convencerse por completo de que algo se intentaba comunicar con él a través de un código. Pronto tuvo listo un alfabeto, que probó y al dar resultados no del todo acertados (que desde mi lado de la historia era simplemente picor en la oreja), modificó incontables veces hasta dar con el código perfecto, el código que yo aprendí, inventado hacía mucho tiempo por el mismísimo Samuel Morse, o tal vez por mí mismo, ya que él lo descifró desde mis mensajes.
Estuvieron en silencio algunos minutos. Ernéstor reflexionaba sobre todo lo que había escuchado, hasta que dijo:
-Bueno, sin duda es muy interesante todo esto que me cuenta. Le agradezco también que me lo haya confiado y todo eso... Pero no me queda claro cuál es el problema.
-¿El problema?... No veo ningún problema.
-Bueno, claro. Ese es el problema. No veo dónde podría ayudarlo si no tiene ningún problema.
-... mmm... Bueno, sí, si le fuera completamente sincero... hay algo que me gustaría pedirle.
-Adelante.
-Creo que estoy en todo mi derecho de pretender que el código Morse, cambie su nombre a código Ramirez, en mi honor.
-... Bien... Bueno, en lo que a mí respecta, ahora el código Morse se llama código Ramirez.
El cliente saltó de la silla. Su cara que antes era bastante seria cambió de golpe, ahora estaba radiante. Se había sacado un gran peso de encima.
-¿Cómo? ¿En serio?
-Por supuesto. En lo que a mí respecta.
-Bueno, cuánto le agradezco, ahora el código se llama Ramirez... qué honor, me siento tan justamente homenajeado... Cuánto le agradezco...
-Sin duda alguna... En lo que a mí respecta claro...
-Sí sí... qué bien...
-sí...
-...
-...
-...
-Bueno (levantándose de la silla y estirando la mano para saludar) por supuesto ha sido un placer. Serían $500 pesos, por ser sábado.
Otro cliente que se iba feliz. Una picazón que se iba con solución, codificación y traducción.
Claro que, para alguien como Ernéstor que ya las había visto todas, esto no era la gran cosa, aunque tampoco era para menospreciar, supuso. Un caso más se cerraba, y un nuevo espacio se abría para que más misterios se acercaran a buscar su solución en el húmedo despacho del semidurmiente Ernéstor Nildarmando.
Todo había sido un sueño. "Qué raro es soñar con la muerte de uno mismo...". Echó la silla un poco hacia atrás y notó que se caía; parecía que el agujero sí existía. Pero reaccionó rápido y pudo evitar caerse él mismo, aunque la silla sí cayó. Miró hacia abajo y vio que bajo de la silla estaba su propio cuerpo, pero sin cabeza. "¿Qué hace mi cuerpo sin cabeza ahí abajo?", creyó decir, pero cortó a media frase por escuchar que una voz idéntica a la suya decía lo mismo muy cerca de su oído, así que rápidamente giró la cabeza a su derecha y se encontró con su cabeza mirándolo. Era una cabeza idéntica a la suya pegada en su cuerpo. Un sonido lo despertó. Alguien tocaba su puerta. De vuelta en la realidad buscó su cabeza pero no la encontró; la llevaría puesta, dedujo y se tranquilizó. Dos minutos después el cliente ya exponía su situación ante el experiente Ernéstor Nildarmando.
-Lo que me está pasando es muy extraño, y estoy todo el día pensando en eso, me gustaría saber si es algo normal, si tiene solución... Está interfiriendo con mis pensamientos de tal manera que temo por mí mismo, y por las pocas personas que me rodean, si se puede llamar rodear a acercarse a distintas distancias y de distinta manera, aunque no me rodeen literalmente... Por suerte, porque eso sería molesto y no me preocuparía dañarlos con mi comportamiento, siempre y cuando no me entere. Ahora, señor Ernéstor Nildarmando: preste mucha atención y no pierda detalle, he aquí lo que voy a decirle:
Hay una conexión con mi oreja derecha y mi rodilla izquierda. Es algo que ha existido desde que tengo memoria, así que no es algo que me sorprenda. Básicamente, si me rasco la oreja derecha, siento que me pica la rodilla izquierda, y si me rasco la rodilla izquierda, me pica la oreja derecha. La sensación es instantánea y bien definida. El problema empezó un día que me pregunté qué pasaba con mi oreja izquierda y la rodilla derecha. ¿Por qué no existía una conexión igual entre ellas? Me parecía esto más raro que la conexión entre las otras, así que toda clase de pensamientos se me cruzaron, pero uno en particular se fijó en ese momento; mi oreja izquierda estaba conectada por error con la rodilla derecha de otra persona. Desde que me llegó esta idea no me la pude sacar de la cabeza, e hice muchas pruebas a ver si podía descubrir quién era la persona a la que le picaba la rodilla cuando me rascaba la oreja. Iba por la calle rascándome continuamente y miraba a todas las personas. En cada situación donde viera gente desconocida reunida también lo hacía, también por supuesto en mi casa y me gustaba comprobar continuamente que nadie estuviera disimulado su picor por respetar tontas convenciones sociales, ocultando su verdadera conexión, rascándome repetidas veces mientras estudiaba a las mismas personas. A veces tenía que parar porque me llegaba a lastimar, esto no era raro y no demoré en habituarme. Lo que más me obsesionaba era que muchas veces poco después de rascarme, la oreja me empezaba a picar, como si la otra persona se empezara a rascar por el picor que le producía que yo me rascara. Me imaginaba que el mecanismo era igual que con mi oreja derecha y mi rodilla izquierda, solamente que por algún error desconocido la rodilla que le correspondía a mi otra oreja estaba en alguna otra persona. Algunos meses más tarde se me ocurrió una idea con la que podría solucionar este dilema; aprender clave morse. Gracias a mi entusiasmo pude aprender muy rápido, y pocos días después ya estaba enviando mensajes continuamente hacia el portador de mi rodilla. Ninguno de los mensajes iniciales tuvo respuesta legible, aunque sí tuvo respuestas inmediatas; pero claro, al yo rascarme a, él le picaría y tendría que rascarse. Yo solamente tenía que seguir hasta que esta persona se diera cuenta que le estaban llegando señales en código a su rodilla, aprendiera el código y al fin me contestara; ¿Había otro desenlace lógico? La única posibilidad de que no funcionara hubiera sido que esta persona estuviera suficientemente fuera de contacto con la cultura de occidente... Por considerarlo una distracción de mi trabajo, evité calcular el número aproximado de posibilidades de que eso pasara. Así, nunca dudé de mis ideas, aunque a veces la gente que me rodeaba notara que había algo fuera de lugar, y yo tratara de disimularlo, nunca dudé. Las miradas de lástima, endulzadas con falsa comprensión y produndamente turbinadas por el cruel sentido del éxito basado en el fracaso del prójimo, difícilmente hubieran podido acercarse lo suficiente como para afectar mi entendimiento, sedado de las convenciones sociales, ocupado por las convicciones que algún extraño instinto u órgano soplaba continuamente, iluminando mi camino hacia una convicción de lo cierto, y mientras tanto yo me hundía en ese placer celebrando mi inseguridad como parte de un todo, cuando tantos otros hubieran escapado temiendo la locura, o simplemente el error." "¿Qué?", se le escapó a Ernéstor, pero comprendió que era de mala educación interrumpir a su cliente, así que lo invitó a continuar. Éste siguió así: "Durante muchos más meses seguí enviando mensajes, hasta que un día, algo legible llegó a mi oreja: "¿Hay alguien ahí?". Grande fue mi sorpresa pero rápidamente nos pusimos al día, y no demoré en averiguar quién era esta persona.
Resulta que la persona con la que me estaba comunicando no vivía cerca de mí, ni en espacio y sorprendentemente, ni en tiempo. Esta persona era Samuel Morse. ¿Sabe usted quién es Samuel Morse, señor Nildarmando?"
-Samuel Finley Breese Morse (Boston, Massachusetts, Estados Unidos, 27 de abril de 1791 – Nueva York, 2 de abril de 1872), fue un inventor y pintor estadounidense que, junto con su asociado Alfred Vail, inventó e instaló un sistema de telegrafía en Estados Unidos, el primero de su clase. Se trataba del telégrafo Morse, que permitía transmitir mensajes mediante pulsos eléctricos mediante el código Morse, también inventado por él.
-Veo que está muy bien informado.
-Lo que pasa es que lo tengo aquí mismo en Wikipedia, mire.
Ernéstor giró su monitor para que su cliente viera la página de Wikipedia. Éste se fijó en el retrato que aparecía a la derecha.
-Así que ese es, nunca había visto una foto suya... Algo me dice que si me rasco la rodilla va a rascarse la oreja, aunque eso es imposible, ¿no?.
-No del todo, si resulta que este es el momento que coincide con el momento de la foto, no sería raro que salga rascándose la oreja. ¿Por qué no lo intenta?
-No me gustaría alterar su página de Wikipedia, considero que está muy bien así. Aunque confieso que no he leído el artículo.
Pero dejando el tema de la página de Wikipedia y volviendo a mi historia, me sorprendió que justo la persona con la me comunicaba a través del código Morse fuera la persona que lo había inventado. Le comenté al respecto y me dijo que todo había empezado porque le picaba la rodilla derecha de una forma que con el tiempo se volvió llamativa, y cada vez más algo le hacía pensar que el picor de la rodilla seguía ciertos patrones, combinaciones que se repetían y por algún motivo, significaban algo y eran descifrables. Pronto se obsesionó con el tema hasta convencerse por completo de que algo se intentaba comunicar con él a través de un código. Pronto tuvo listo un alfabeto, que probó y al dar resultados no del todo acertados (que desde mi lado de la historia era simplemente picor en la oreja), modificó incontables veces hasta dar con el código perfecto, el código que yo aprendí, inventado hacía mucho tiempo por el mismísimo Samuel Morse, o tal vez por mí mismo, ya que él lo descifró desde mis mensajes.
Estuvieron en silencio algunos minutos. Ernéstor reflexionaba sobre todo lo que había escuchado, hasta que dijo:
-Bueno, sin duda es muy interesante todo esto que me cuenta. Le agradezco también que me lo haya confiado y todo eso... Pero no me queda claro cuál es el problema.
-¿El problema?... No veo ningún problema.
-Bueno, claro. Ese es el problema. No veo dónde podría ayudarlo si no tiene ningún problema.
-... mmm... Bueno, sí, si le fuera completamente sincero... hay algo que me gustaría pedirle.
-Adelante.
-Creo que estoy en todo mi derecho de pretender que el código Morse, cambie su nombre a código Ramirez, en mi honor.
-... Bien... Bueno, en lo que a mí respecta, ahora el código Morse se llama código Ramirez.
El cliente saltó de la silla. Su cara que antes era bastante seria cambió de golpe, ahora estaba radiante. Se había sacado un gran peso de encima.
-¿Cómo? ¿En serio?
-Por supuesto. En lo que a mí respecta.
-Bueno, cuánto le agradezco, ahora el código se llama Ramirez... qué honor, me siento tan justamente homenajeado... Cuánto le agradezco...
-Sin duda alguna... En lo que a mí respecta claro...
-Sí sí... qué bien...
-sí...
-...
-...
-...
-Bueno (levantándose de la silla y estirando la mano para saludar) por supuesto ha sido un placer. Serían $500 pesos, por ser sábado.
Otro cliente que se iba feliz. Una picazón que se iba con solución, codificación y traducción.
Claro que, para alguien como Ernéstor que ya las había visto todas, esto no era la gran cosa, aunque tampoco era para menospreciar, supuso. Un caso más se cerraba, y un nuevo espacio se abría para que más misterios se acercaran a buscar su solución en el húmedo despacho del semidurmiente Ernéstor Nildarmando.
martes, 10 de junio de 2014
LAS GUERRAS DE POLLOS
episodio 2
La batalla había culminado, sobre el enorme campo de batalla yacían los cadáveres de miles de patos y pollos, muchos sacrificios se habían hecho ese día; en una gloriosa contienda sucumbieron hermanos de especie. Cristian El Pato asistido por su guardia personal había logrado escapar, partiendo con un ala cortada y una pata rota, había evadido las fauces de la muerte. Turuu Eco había fallado en su propósito, pero gracias a su arrojo los goriocos habían contribuido a la eminente victoria. Habían logrado hacer huir al grueso del ejército de patos los cuales ante la feroz acometida abandonaron posiciones y huyeron despavoridos. Fue un golpe tremendo para los patos, pero la guerra estaba lejos de terminar... El escenario era sombrío y desolador. Los sobrevivientes partieron a Pollopia donde fueron aclamados y recibidos con júbilo, la fama de Turuu Eco se acrecentó y entre los patos fue reconocido como campeón. Luego de aquella batalla ambos bandos retomaron sus fronteras con el fin de reorganizarse y cimentar sus posiciones formando alianzas. Los patos, a pesar de su poca afinidad, formaron alianza con los halcones y las águilas logrando reforzar considerablemente su fuerza aérea; ha de saberse que los patos son la más versátil de las fuerzas por ser de tierra aire y agua, sin embargo son débiles sobre tierra por ser lentos y pesados y por esto no pudieron competir contra los veloces pollos; aquí uno de los motivos de su derrota. Por su parte, los pollos consolidaron sus vínculos con sus primos los pavos, lo que dio mayor fuerza a su infantería por ser los pavos recios y fuertes, pero aún faltaba el apoyo aéreo. Pollopia era vulnerable y no se podía desdeñar cualquier ayuda aunque fuese pequeña. Conscientes de ello decidieron recurrir otra vez al poderoso Turuu Eco, esta vez estaría enfrascado en una peligrosa misión: la de convocar la ayuda de los buitres, los señores del aire que habitan en el monte Versopia. Versopia era un lugar peligroso y temido entre los animales, un lugar abrupto y empinado donde los campos estaban saturados de cadáveres, una región volcánica de aspecto desolador y seco, habitado por temibles fieras. Turuu Eco decidió acceder a semejante empresa, consciente de la necesidad de su nación de aliados, su misión era dialogar con el jefe de los buitres y convencerlo de formar una alianza. La segunda semana de octubre partió con 60 pollos, entre goriocos y emplumados. Todos eran conscientes que tal vez no regresarían con vida. El viaje había comenzado, al amanecer partieron los valientes no sin antes ser aclamados por una enorme multitud de aves que los despidieron. Ya a lo lejos Turuu Eco apenas divisaba como un minúsculo punto Pollopia. El camino al pasar de los días se volvía angosto y escarpado, era señal que lo peor se acercaba. Habían penetrado ya en los límites de Versopia. Una noche todos se dispusieron a dormir, no sin antes disponer de vigias. Era un paraje inhóspito donde habian acampado, además el viento traía un mal presentimiento, como si lo peor estuviera por acontecer. Turuu Eco cambió de ánimo, tenía un mal presentimiento, temía por sus hombres. Había rumores en aquella tierra que hablaban de cazadores de cabezas que atacaban por la noche, cómplices del silencio. Reforzó su seguridad y se dispuso a dormir. Confirmaría sus temores en la madrugada: sin poder percibirlo había perdido a 2 compañeros. Sus cuerpos inertes y decapitados con las alas extendidas estaban tirados en el suelo, se había tratado de un grotesco ritual. Indefensos habían sido sometidos y torturados en la oscuridad. No iba a permitir que tan atroz acto se volviera a realizar asi que ideó un astuto plan: dispondría colocar troncos cubiertos a campo abierto para dar la impresión que dormirían expuestos. Mientras, aguardarían ocultos entre los matorrales. Así que reunió a ocho de los más valientes y esperaron el ocaso, la noche se manifestaba silenciosa y el viento traía susurros mortales. De repente una sombra se avisoró y se escuchó un golpe de machete sobre uno de los troncos. "¡Preparados!", exclamó, "mantenganse firmes, el enemigo cómplice de la noche acecha sediento de sangre dispuesto a arrebatarnos nuestrs vidas, pero no le temeremos, seguidme". Dicho eso se abalanzaron hacia el enemigo y se ensartaron en una brutal contienda. Ruidos de armas blancas estremecían el aire, entre gritos y huesos crujiendo. Turuu Eco procedió a decapitar y cercenar en la oscuridad a cualquier enemigo con el que se topaba, peleando bravamente seguido por sus ocho pollocianos, los cuales entre cocorocós procedieron a llamar a sus hermanos del campamento. Superados en número los agresores escaparon, habían obtenido la victoria al reconocer los cuerpos. Grande fue su sorpresa al determinar que los atacantes eran palomas necrófagas...
lunes, 26 de mayo de 2014
Las guerras de pollos, episodio 1.
LAS GUERRAS DE POLLOS
episodio 1
Esta es la historia de la titánica lucha de un pollo que se mantuvo firme ante las avasalladoras y oscuras fuerzas de la oscuridad, y cómo a pesar de las adversidades, se mantuvo fiel a su causa; aquí comienza su odisea épica.
Eran los tiempos en el que los animales reinaban y los hombres vivían en un estado primigenio. Los animales vivían organizados en comunidades según su especie. Pollos, patos y roedores, vivían en paz y de su comercio, en base del trueque y especialmente del maíz. Había dentro de las naciones de pollos varias tribus, pero dos eran las más prominentes, los goriocos y los emplumados. Ambas tribus se mantenían en disputa por las tierras de grano; aquí aunque obvio cabe resaltar que la desunión y las rencillas evitaban la unificación de una nación sólida. Entre los goriocos destacaba un pollo, de cuello desnudo (como el resto de su raza), flaco y desgarbardo, de plumaje negro y cresta mutilada, lo que no había sido motivo de su pérdida de orgullo. Cabe mencionar, que la cresta de un pollo es sinónimo de gallardía y temple. Este pollo vivía en un autoexilio, a pesar de ello era aclamado y reconocido por su pueblo como valiente y se contaban sus proezas; para ser específico, era conocido como "el cazador de águilas", pero su nombre auténtico era Turuu Eco.
En aquellos tiempos sucedió algo que arruinaría la frágil paz entre patos y pollos: Josefina, la gallina princesa de los emplumados, había sido ultrujada por un noble pato, esto motivó una enérgica y violenta respuesta de parte de los emplumados que exigían que se entregara al autor de tal agravio. Ante la negación de los patos, los pollos decidieron cortar sus relaciones con ellos y expulsarlos de su nación. Esto motivó que la nación de los patos enviara a su almirante Jeff Patterson, y saqueara sus posesiones en el mar; como medida preventiva los pollos emplumados reforzaron sus fronteras y enviaron un embajador donde los goriocos. Había empezado la guerra. Los goriocos firmaron un tratado de alianza, y la primera semana de ese mes enviaron un ejército de treinta mil pollos de cuello desnudo, la guerra había logrado la tan esperada unión, se requería la contribución de todos los ciudadanos y si era necesario aun ofrendar sus vidas. Turuu Eco, como era de esperarse, partió armado con su espada y sus garras trueno, que eran cuchillas que llevaba en sus alas. Partía a la guerra en defensa de su nación; polluelos y gallinas aclamábanle a su paso. La guerra comenzaba a desangrar a ambas naciones. La primera batalla comenzó a inicios de la primavera, dos ejércitos enormes que sumaban cerca de cuarenta mil aves se dispusieron en orden de batalla en filas enormes. Patos y pollos marcharon y arremetiron unos contra otros. El choque fue brutal: una lluvia de lanzas y flechas tiñeron el campo de rojo, las espadas chocaban entre sí, por todas partes veíanse cuerpos teñidos de sangre, cabezas decapitadas y plumas revoloteando. Turuu Eco, que participaba en la pelea, al ver la potente ofensiva de los patos y las bajas pollunas se acercó al general Polloncio y exclamó lo siguiente: "dadme cuatrocientos pollos y quebraré la defensa de los patos". Polloncio argumentó: "Turuu Eco, valiente entre los pollos, a pesar de tu conocida fama no me pidas eso, sería un suicidio concederte la conducción de esas tropas". Turuu Eco no consideró la advertencia del general, e impulsado por su bravura partió con las tropas requeridas hacia el flanco izquierdo del ejército de patos y comenzó cercenando y decapitando a cualquier enemigo que le hiciera frente, seguido de un batallón de goriocos. La ola de pollos arrasó todo el flanco de patos causando estragos. Polloncio al ver tal destrucción quedó estupefacto.
El general Cristian El Pato estaba en el campo. Turuu Eco lo avistó y pronunció las siguientes palabras: "¡venid aquí cobarde y os arrebataré vuestra vida!". Cristian El Pato no se amilanó, era valiente. Sacando su espada profirió "¡No os tengo miedo!", y partió en pos de él. Ambas armas colisionaron inmediatamente, Turuu Eco procedió a sacar sus cuchilllas pero era evadido por el pato que decia ser kawai. Las armas cortaron el aire y Cristian las evadía a la vez que volaba. Llegó un momento en que pelearon en el suelo e intercambiaron puñetazos, pero luego se repusieron sus armas, con las plumas erizadas Cristian dio un giro en el aire, lanzó un ataque con las garras en el pico de Turuu Eco, pero en un descuido bajó su defensa y expuso su ala...
CONTINUARÁ
viernes, 16 de mayo de 2014
ERNÉSTOR (cuento 1 de la saga)
Ernéstor Nildarmando, detective paranormal. Esta es otra historia sobre la verdad que usted no conoce, ni yo. Ni nadie. Ernéstor podría ser un gran conocedor de lo desconocido, sobre todo de lo que él mismo no conoce, pero eso nadie lo sabe. Mientras su pensamiento se acerca vagamente hacia cosas del estilo Ernéstor escucha que alguien golpea su puerta. Su estudio lleno de olor a humedad vibra al compás del sonido casi olvidado de la puerta golpeada por un iluso buscando los servicios de alguien que ni siquiera sabe si sabe sobre lo que dice que sabe, aunque todo indicaría que es el único a la altura del desafío, si lo hubiera. Ernéstor dice "voy". Ernéstor atina a bajar ágilmente los pies de la mesa, pero un tirón agudo a la altura de la cadera lo obliga a reconsiderar la acción, decidiéndose mejor por dejarse caer lentamente ya que seguro que contra el piso no iba a dar, habiendo tanto desparramo de cosas. Lástima, porque justo el día anterior le había dado por tirar un par de bultos con contenido desconocido por la ventana, así que parece que sí, se iba a encontrar con el piso, pero no, porque en esa parte del piso había un agujero olvidado hace tiempo, así que cayó directo hacia el piso de abajo, pero sin emitir sonido alguno (comportándose como el caballero que era), de forma que el cliente tras la puerta no se enteró de nada. Ernéstor se reincorpora bufando bajito, sube las escaleras, y entrevista a la persona que golpea a su puerta, diciendo "¿Puedo ayudarle en algo? Mi nombre es Ernéstor, Ernéstor Nildarmando, detective paranormal". "Sorprendente", dice el cliente. Después de reflexionar un poco sobre si Ernéstor se dedicaba a cosas paranormales o el paranormal era él, dice "no me diga que aunque usted está aquí, también sigue ahí adentro, porque si no me equivoco usted me dijo que iba a abrirme hace un instante".
"No, no..." dice Ernéstor, "no se preocupe. ¿Y por qué no olvidamos lo sucedido y pasamos a mi oficina?". Pero al intentar abrir la puerta resulta que estaba trancada del lado de adentro. "Mejor vamos a tomar un café... Ah pero yo no tengo plata. Así que si le parece bien, vamos a una cafetería pero no necesariamente vamos a tomar café, o yo por lo menos no lo voy a hacer". "No se preocupe señor Nildarmando, podemos hablar de este tema en cualquier lado, intentaré ser breve". Ambos individuos se sentaron entonces en las escaleras y el cliente empezó a sacar varias carpetas de donde caían documentos, fotos, tubos de ensayo llenos de burbujitas y pedazos de carne de origen desconocido. Algunas cosas intentaba disimularlas un poco diciendo cosas como que qué sucio estaba ese lugar, tratando de no llegar al punto de molestar al presente que era uno de sus habitantes. Después de un rato perdió el interés en disimular. Ernéstor se sintió un poco incómodo, pero en todo caso él ya había visto todo y nada podía sorprenderlo. El cliente se presentó. "Mi nombre es Teófilo Pancredi. Pero la gente que me conoce me dice Trocotón, suena un poco rudo pero hoy en día no se puede andar mostrando debilidad, uno tiene que..." "sí sí, ya entendí", lo interrumpió Ernéstor, quien había perdido la paciencia de golpe, pero se dio cuenta inmediatamente, así que dijo "no, no, perdón continúe". "¿Con qué?" preguntó Trocotón. Pero recordó inmediatamente y continuó. "Mire señor Ernéstor, ayer estaba caminando por las calles en la noche. Acostumbro hacerlo, porque me imagino mirándome a mí mismo desde un poco más alto mientras camino por la calle a la luz de la luna y me agrada la imagen que se me representa, así que bastante seguido lo llevo a la práctica, aunque la verdad la mayor parte de las veces no siento ninguna gratificación en particular, además tampoco había luna, y me costaba despegar la imaginación de la cabeza por el frío que hacía. Tengo claro que no hay nada anormal en esto, pero preste atención a lo que le voy a decir ahora". "Alto. Déjeme tomar mi cuaderno. Debo sacar notas muy detalladas de cada una de las cosas que me está por decir, señor Trocotón", interrumpió Ernéstor. La tensión aumentaba, se venía el momento. Lo paranormal estaba a punto de revelarse, y no era papa. Pero en eso se sintió un temblor terrible que distrajo a nuestros ilustres protagonistas. Todo el edificio se levantó en el aire, como pudieron comprobar mirando por la ventana. Se acercaron a esta ventana y vieron que un monstruo sostenía la casa en sus manos. El monstruo acercó su ojo a la ventana e identificó a Trocotón. "¡Te dije que no le dijeras a nadie de mi existencia! ¡Cómo pudiste traicionarme, ahora todos van a saber que existo, traidor!". Miraron hacia abajo y vieron que una multitud estaba reunida para ver este hecho que indudablemente escapaba de lo normal. "¡Si todavía no dije nada!". El monstruo pensó un poco, considerando por un momento que podía haberse equivocado, pero después prefirió tirar la casa hacia el mar; una vez inmerso en su ira no podía simplemente olvidarse e irse sin desquitarse con algo. Gruñó un poco y se fue caminando hacia el baldío donde vivía. Todos sabían que vivía ahí, nadie lo molestaba porque era inofensivo aunque un poco infantil; pero esto ya era mucho para esta pulcra sociedad tal vez demasiado tranquila, que decidió aniquilarlo y celebrar un festival donde se vendió su carne que parecía perfectamente normal. No lo era, hubo mucha gente intoxicada, pero la alegría de la ocasión dejó en segundo plano este hecho en la memoria de los sobrevivientes, algo afectada por la intoxicación, comentada jovialmente en los años venideros. Mientras tanto Trocotón y Ernéstor flotaban en altamar en la casa que ahora cumplía la función de un barco. Ernéstor ya las había pasado todas, esto no era nada que él no pudiera concebir en su mente ampliada hasta lo inimaginable, su mente capaz de imaginar colores que no existían e incluso mezclarlos entre sí y crear otros. Este era uno de sus pasatiempos, pero no estaba muy seguro de si realmente estaba haciendo eso, era difícil saber. Pero Trocotón se mostraba especialmente nervioso, y corría de una punta a la otra arreglando pequeñas filtraciones de agua, ajustando maderas para que funcionaran de remos y de a ratos remando para liberar estrés. Al final de la jornada se lo veía muy satisfecho y se fue a acostar en una litera que fabricó también él mismo, pero Ernéstor seguía en la misma posición, sin pegar un ojo. ¿Sería este el fin de lo que para Ernéstor había sido su día a día? ¿Dónde iba a quedar aquella vida que tantos años le llevó forjar? Se dio cuenta que en realidad nada había cambiado, solamente el mundo exterior, siempre visible desde las ventanas. Pero igual él no estaba saliendo muy seguido, así que no era muy distinto de lo de todos los días. Eso no quería decir que tenía que quedarse tranquilo, porque Ernéstor había renunciado hacía tiempo al sentimiento de la tranquilidad, en favor de estados más nobles del ser. Ernéstor estaba todo el tiempo inquieto pero no se movía, ni podía concentrarse en nada, ni hacer nada básicamente. Así que en un pico repentino de intranquilidad corrió hacia Trocotón y le gritó en la cara "¡No me terminaste de decir lo que precisabas!". Trocotón se incorporó y dijo, "Bueno sí, perdón. Podemos retomar la conversación ahora que todo volvió a la normalidad. El tema es que no me acuerdo de qué estaba hablando. Si mal no recuerdo, el problema que venía a plantearle está relacionado con la pérdida de la memoria, pero no me animaría a asegurarlo, porque podría haberlo olvidado. Además, ¿de qué serviría mi punto de vista sobre el tema? Cada cosa que recordamos no es más que una fabricación en nuestras mentes, basada en las cosas que imaginamos haber percibido de un hecho, y está claro que no solo nuestra percepción es incompleta, sino que puede estar alterada por emociones que no comprendemos o prejuicios que trabajan en nosotros mientras los desconocemos. Si sumamos que el hecho ya pasó, como todo hecho, el resultado que tenemos es una recreación no necesariamente objetiva de algo que ya desde su origen no se puede tomar como seguro aunque por seguro sabemos que es incompleta. Resumiendo, no solo no me acuerdo de lo que iba a plantearle, sino que lo más seguro es que estuviera equivocado. Pero era algo relacionado con la memoria; creo que una noche que iba caminando por las calles solitarias, vi de repente una bruma verde que pareció aparecer de la nada en mi camino. Como no me preocupó en el momento sumado a que me creo muy vivo, entré en la bruma y al respirarla, mi mente se ensombreció y se disolvió mi conciencia. En el oscuro sueño en el que entré me vi a mí mismo metido en un frasco de una muestra gratis de un perfume, y como me daba curiosidad saber qué aroma tendría este perfume, apreté el dispersor apuntando a mi muñeca, mientras yo mismo en el frasquito gritaba "¡No animal! ¡Noooo!".
Yo en el frasco fui absorbido por el tubito y salí disparado chocando de cara contra mi muñeca, que ahora no estoy seguro si era mía, aunque parecía ser del cuerpo desde donde yo contemplaba esta situación. Ni bien mi cara impactó contra mi muñeca desperté del sueño, y bueno, ese fue el momento en que usted me despertó gritándome que todavía no le había dicho lo que precisaba". "Pero eso fue recién, yo preguntaba por otra cosa". "Bueno ya le expliqué que todo esto afectó mi memoria, no me presione, no crea que no tengo sensibilidad; aunque me llamen Trocotón, no es que sea una máquina sin sentimientos". Pero ojo. Resulta que todo esto hasta ahora había sido un sueño. Ernéstor se despertó de la caída, miró a su alrededor y estaba en el piso de abajo de su oficina. Miró hacia arriba y comprobó que había un agujero en el techo, que era su piso; todo indicaba que había caído desde ahí dándose un golpe en la cabeza. Subió las escaleras y ahí se encontró de nuevo a su cliente, pero antes que cualquier cosa, dijo "Hola Trocotón, tengo la solución a su problema. Desista de venir a contármelo, ni se lo cuente a nadie, de todas formas creo que todo el mundo está al tanto, pero nunca mencione el tema. Ha sido un placer, serían $500 por ser sábado". Trocotón quedó aun más sorprendido que en el sueño de Ernéstor, pero se fue conforme y vivió una vida llena de virtud y buenas acciones, sin mencionar nunca su problema. Del monstruo que aparentemente vivía en el baldío Ernéstor nunca supo nada, por lo que supuso que había obrado bien y vivía tranquilo aún. Ernéstor sabía que su puerta estaba trancada así que fue a buscar al cerrajero, y pocas horas después todo volvía a la calma de siempre. "Ojalá no venga nadie hoy", decía al otro día, y mientras caía en un sueño ligero, perdió el equilibrio y cayó de nuevo por el agujero. Esta vez nunca se levantó, lo que es una lástima sin dudas... Pero en fin todos lo recordaremos como un héroe. ¡Hasta la vista Ernéstor Nildarmando!
"No, no..." dice Ernéstor, "no se preocupe. ¿Y por qué no olvidamos lo sucedido y pasamos a mi oficina?". Pero al intentar abrir la puerta resulta que estaba trancada del lado de adentro. "Mejor vamos a tomar un café... Ah pero yo no tengo plata. Así que si le parece bien, vamos a una cafetería pero no necesariamente vamos a tomar café, o yo por lo menos no lo voy a hacer". "No se preocupe señor Nildarmando, podemos hablar de este tema en cualquier lado, intentaré ser breve". Ambos individuos se sentaron entonces en las escaleras y el cliente empezó a sacar varias carpetas de donde caían documentos, fotos, tubos de ensayo llenos de burbujitas y pedazos de carne de origen desconocido. Algunas cosas intentaba disimularlas un poco diciendo cosas como que qué sucio estaba ese lugar, tratando de no llegar al punto de molestar al presente que era uno de sus habitantes. Después de un rato perdió el interés en disimular. Ernéstor se sintió un poco incómodo, pero en todo caso él ya había visto todo y nada podía sorprenderlo. El cliente se presentó. "Mi nombre es Teófilo Pancredi. Pero la gente que me conoce me dice Trocotón, suena un poco rudo pero hoy en día no se puede andar mostrando debilidad, uno tiene que..." "sí sí, ya entendí", lo interrumpió Ernéstor, quien había perdido la paciencia de golpe, pero se dio cuenta inmediatamente, así que dijo "no, no, perdón continúe". "¿Con qué?" preguntó Trocotón. Pero recordó inmediatamente y continuó. "Mire señor Ernéstor, ayer estaba caminando por las calles en la noche. Acostumbro hacerlo, porque me imagino mirándome a mí mismo desde un poco más alto mientras camino por la calle a la luz de la luna y me agrada la imagen que se me representa, así que bastante seguido lo llevo a la práctica, aunque la verdad la mayor parte de las veces no siento ninguna gratificación en particular, además tampoco había luna, y me costaba despegar la imaginación de la cabeza por el frío que hacía. Tengo claro que no hay nada anormal en esto, pero preste atención a lo que le voy a decir ahora". "Alto. Déjeme tomar mi cuaderno. Debo sacar notas muy detalladas de cada una de las cosas que me está por decir, señor Trocotón", interrumpió Ernéstor. La tensión aumentaba, se venía el momento. Lo paranormal estaba a punto de revelarse, y no era papa. Pero en eso se sintió un temblor terrible que distrajo a nuestros ilustres protagonistas. Todo el edificio se levantó en el aire, como pudieron comprobar mirando por la ventana. Se acercaron a esta ventana y vieron que un monstruo sostenía la casa en sus manos. El monstruo acercó su ojo a la ventana e identificó a Trocotón. "¡Te dije que no le dijeras a nadie de mi existencia! ¡Cómo pudiste traicionarme, ahora todos van a saber que existo, traidor!". Miraron hacia abajo y vieron que una multitud estaba reunida para ver este hecho que indudablemente escapaba de lo normal. "¡Si todavía no dije nada!". El monstruo pensó un poco, considerando por un momento que podía haberse equivocado, pero después prefirió tirar la casa hacia el mar; una vez inmerso en su ira no podía simplemente olvidarse e irse sin desquitarse con algo. Gruñó un poco y se fue caminando hacia el baldío donde vivía. Todos sabían que vivía ahí, nadie lo molestaba porque era inofensivo aunque un poco infantil; pero esto ya era mucho para esta pulcra sociedad tal vez demasiado tranquila, que decidió aniquilarlo y celebrar un festival donde se vendió su carne que parecía perfectamente normal. No lo era, hubo mucha gente intoxicada, pero la alegría de la ocasión dejó en segundo plano este hecho en la memoria de los sobrevivientes, algo afectada por la intoxicación, comentada jovialmente en los años venideros. Mientras tanto Trocotón y Ernéstor flotaban en altamar en la casa que ahora cumplía la función de un barco. Ernéstor ya las había pasado todas, esto no era nada que él no pudiera concebir en su mente ampliada hasta lo inimaginable, su mente capaz de imaginar colores que no existían e incluso mezclarlos entre sí y crear otros. Este era uno de sus pasatiempos, pero no estaba muy seguro de si realmente estaba haciendo eso, era difícil saber. Pero Trocotón se mostraba especialmente nervioso, y corría de una punta a la otra arreglando pequeñas filtraciones de agua, ajustando maderas para que funcionaran de remos y de a ratos remando para liberar estrés. Al final de la jornada se lo veía muy satisfecho y se fue a acostar en una litera que fabricó también él mismo, pero Ernéstor seguía en la misma posición, sin pegar un ojo. ¿Sería este el fin de lo que para Ernéstor había sido su día a día? ¿Dónde iba a quedar aquella vida que tantos años le llevó forjar? Se dio cuenta que en realidad nada había cambiado, solamente el mundo exterior, siempre visible desde las ventanas. Pero igual él no estaba saliendo muy seguido, así que no era muy distinto de lo de todos los días. Eso no quería decir que tenía que quedarse tranquilo, porque Ernéstor había renunciado hacía tiempo al sentimiento de la tranquilidad, en favor de estados más nobles del ser. Ernéstor estaba todo el tiempo inquieto pero no se movía, ni podía concentrarse en nada, ni hacer nada básicamente. Así que en un pico repentino de intranquilidad corrió hacia Trocotón y le gritó en la cara "¡No me terminaste de decir lo que precisabas!". Trocotón se incorporó y dijo, "Bueno sí, perdón. Podemos retomar la conversación ahora que todo volvió a la normalidad. El tema es que no me acuerdo de qué estaba hablando. Si mal no recuerdo, el problema que venía a plantearle está relacionado con la pérdida de la memoria, pero no me animaría a asegurarlo, porque podría haberlo olvidado. Además, ¿de qué serviría mi punto de vista sobre el tema? Cada cosa que recordamos no es más que una fabricación en nuestras mentes, basada en las cosas que imaginamos haber percibido de un hecho, y está claro que no solo nuestra percepción es incompleta, sino que puede estar alterada por emociones que no comprendemos o prejuicios que trabajan en nosotros mientras los desconocemos. Si sumamos que el hecho ya pasó, como todo hecho, el resultado que tenemos es una recreación no necesariamente objetiva de algo que ya desde su origen no se puede tomar como seguro aunque por seguro sabemos que es incompleta. Resumiendo, no solo no me acuerdo de lo que iba a plantearle, sino que lo más seguro es que estuviera equivocado. Pero era algo relacionado con la memoria; creo que una noche que iba caminando por las calles solitarias, vi de repente una bruma verde que pareció aparecer de la nada en mi camino. Como no me preocupó en el momento sumado a que me creo muy vivo, entré en la bruma y al respirarla, mi mente se ensombreció y se disolvió mi conciencia. En el oscuro sueño en el que entré me vi a mí mismo metido en un frasco de una muestra gratis de un perfume, y como me daba curiosidad saber qué aroma tendría este perfume, apreté el dispersor apuntando a mi muñeca, mientras yo mismo en el frasquito gritaba "¡No animal! ¡Noooo!".
Yo en el frasco fui absorbido por el tubito y salí disparado chocando de cara contra mi muñeca, que ahora no estoy seguro si era mía, aunque parecía ser del cuerpo desde donde yo contemplaba esta situación. Ni bien mi cara impactó contra mi muñeca desperté del sueño, y bueno, ese fue el momento en que usted me despertó gritándome que todavía no le había dicho lo que precisaba". "Pero eso fue recién, yo preguntaba por otra cosa". "Bueno ya le expliqué que todo esto afectó mi memoria, no me presione, no crea que no tengo sensibilidad; aunque me llamen Trocotón, no es que sea una máquina sin sentimientos". Pero ojo. Resulta que todo esto hasta ahora había sido un sueño. Ernéstor se despertó de la caída, miró a su alrededor y estaba en el piso de abajo de su oficina. Miró hacia arriba y comprobó que había un agujero en el techo, que era su piso; todo indicaba que había caído desde ahí dándose un golpe en la cabeza. Subió las escaleras y ahí se encontró de nuevo a su cliente, pero antes que cualquier cosa, dijo "Hola Trocotón, tengo la solución a su problema. Desista de venir a contármelo, ni se lo cuente a nadie, de todas formas creo que todo el mundo está al tanto, pero nunca mencione el tema. Ha sido un placer, serían $500 por ser sábado". Trocotón quedó aun más sorprendido que en el sueño de Ernéstor, pero se fue conforme y vivió una vida llena de virtud y buenas acciones, sin mencionar nunca su problema. Del monstruo que aparentemente vivía en el baldío Ernéstor nunca supo nada, por lo que supuso que había obrado bien y vivía tranquilo aún. Ernéstor sabía que su puerta estaba trancada así que fue a buscar al cerrajero, y pocas horas después todo volvía a la calma de siempre. "Ojalá no venga nadie hoy", decía al otro día, y mientras caía en un sueño ligero, perdió el equilibrio y cayó de nuevo por el agujero. Esta vez nunca se levantó, lo que es una lástima sin dudas... Pero en fin todos lo recordaremos como un héroe. ¡Hasta la vista Ernéstor Nildarmando!
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